Cuando hicimos esta foto aún faltaban dos semanas para conocer a Bolinha, y había dos cuestiones que me quitaban el sueño por la noche (a parte de las 200 visitas nocturnas a hacer pis por la noche y el barrigón con una futura futbolista dentro):
- ¿Podré querer tanto a la bebita en mi barriga como quiero a su hermano?
- ¿Podrá perdonarme su hermano por no poder dedicarle el 100% de mi tiempo y mi energía cuando nazca su hermana?

Con respecto a la priemra pregunta,  todo el mundo que tiene varios niños te dice que sí, pero yo no lo tuve claro hasta que lo viví. Y, después de vivirlo, puedo decir que es verdad. Que sí. Que los seres humanos tenemos amor para dar, tomar y regalar (este pensamiento a veces me devuelve la fe en que el ser humano podrá seguir habitando este planeta y no lo llevará a su destrucción absoluta). El amor por los hijos es incondicional, inagotable, y se renueva con cada vástago.

A la segunda pregunta iremos contestando en sucesivas reflexiones, porque no la tengo clara del todo aún... ¡Pregunta de agujetas mentales maternales total!