Hace tiempo que me apetece montar un recetario con las recetas de mi madre. El que me conoce, y sobre todo el que ha comido en casa de mis padres, sabe que somos de buen comer porque mi madre es una cocinera espectacular. Todo lo que voy aprendiendo de cocina se lo debo a ella.

Tengo que reconocer que me he puesto más las pilas con la cocina desde que soy mamá. Por lo visto (eso me cuenta mi abuela), cuando mi madre se casó no sabía ni freír un huevo. Eso es muy difícil de imaginar para mí, la verdad. Cuando llamo a mi madre por teléfono con dudas culinarias, siempre me dice que le recuerda a cuando ella llamaba a mi abuela para preguntarle cuándo se echaba el agua a las lentejas. Eso me da la esperanza de pensar que algún día yo pueda cocinar tan bien como ella (aunque con la mitad de bien me conformaba, la verdad)

Así que esta va a ser la primera de una colección de recetas que haré con la sabiduría infinita, el feedback y la bendición de mi madresita linda a la que quiero con locura. Estos garbanzos los hemos comido siempre en casa, y son también conocidos como garbanzos de vigilia, ya que son los que se comían hace años los viernes de Cuaresma.

- Pon el huevo a cocer (10 minutos desde que rompe a hervir el agua)

- Corta la cebolla en trocitos pequeños (brunoise) y sofríe en el AOVE caliente, y mientras corta la zanahoria también en brunoise.

- Mientras tanto puedes ir cortando las hojas de espinaca en trozos más pequeños. No hace falta que sean minúsculos. Simplemente parte un poco las hojas en 2 o 3 trozos con las manos.

- Puedes ir desmigando el bacalao con las manos.