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Lecciones de la maternidad. Lección 3

Nai • nov 25, 2019

Aprender a amar tu cuerpo

Hoy es 25 de noviembre, Día Contra la Violencia de Género. Me apetecía escribir hoy este post de uno de los mayores aprendizajes que me ha traído a mí la maternidad, porque he dejado de ser vulnerable en uno de los puntos que antes me hacía débil y mermaba mi autoestima. Siendo madre he aprendido a amar mi cuerpo y a valorarlo porque es un organismo milagroso, capaz de engendrar vida y capaz de dar calor y consuelo a mis hijos. No creo que haya nada más bello. Pero no ha sido un viaje fácil. Ojalá todas las mujeres, madres o no, adolescentes, niñas o maduras fuésemos capaces de valorar y cuidar nuestro cuerpo por la máquina maravillosa que es en vez de compararlo con los cuerpos de otras mujeres. Ojalá yo hubiese aprendido esto desde bien chiquita.

No es un secreto que, a las mujeres, desde bien pequeñitas, nos graban a fuego en nuestras inmaduras mentes el estándar de belleza al que debemos aspirar. Mi niñez se desarrolló en los años '90, y a Cindy Crawford, Claudia Schiffer o Naomi Campbell le sucedieron modelos menos saludables como Kate Moss. Yo recuerdo levantarme una hora antes de ir al cole para hacerme el vídeo de workouts de Cindy Crawford. La tía estaba fuerte, atlética, fibrosa. Molaba verla hacer ejercicio y aspirar a tener esas piernas con unos cuádriceps igual de tonificados. Aspirar a ser una mujer fuerte. Luego vino la saga de las modelos flaquitas, anoréxicas y con pinta enfermiza. Y aspirar a tener una constitución que no es la tuya, no mola. Más que nada porque es como aspirar a que te nazca naturalmente el pelo rubio cuando eres morena, o que te cambie espontáneamente el color de los ojos comiendo coliflor. Es luchar contra los elementos y dejarte la salud en el intento. 

Creo que es una de las grandes esclavitudes a las que nos someten como mujeres desde que tenemos uso de razón y que nos hace profundamente vulnerables: la belleza y la talla. Parece que no eres femenina si no te gusta ir a al peluquería, no te gusta llevar las uñas pintadas y no te pasas la vida haciendo dietas y pasando hambre. Pienso en mi adolescencia y juventud y en mis amigas cercanas, y hemos sido auténticos yo-yos intentando bajar kilos y subiéndolos inexorablemente al volver a comer como personas normales. Lo peor es que ves mujeres maduras, hechas y derechas, con una cabeza muy bien amueblada, todavía obsesionadas por perder kilos o bajar tallas, cuando llevan estilos de vida perfectamente saludables. Esta esclavitud nos roba horas, días y meses de nuestro valioso tiempo, y abarca en nuestra cabeza un espacio con el que podríamos dedicarnos a otras muchas cosas que, en vez de angustiarnos, nos hagan felices; y en vez de mermar nuestra autoestima, la desarrollaran. ¿Suena lógico, verdad?

Si la relación de la mujer con su cuerpo es compleja, el punto álgido llega al ser mamá. Uno de los grandes miedos al quedarte embarazada es el cambio físico. Durante el embarazo el cambio es tan rápido y brusco, que llegas a tener momentos de no reconocerte en el espejo. Es una sensación terrorífica el mirarte y alucinar al mirar el reflejo que te devuelve el espejo. Se acumulan los kilos, la piel se estira, pueden salir manchas, estrías, se retienen líquidos y los cambios hormonales hacen que haya veces que te dan ganas de llorar. Además, es uno de los temas de conversación favoritos de la gente: "¿Cuántos kilos has cogido?". Eso si son educados y no dicen directamente: "¡Vaya barrigón!" o "¡Qué gorda estás!". Pura empatía. Al final del embarazo, con un angelito de 3 o 4 kilos dentro, la placenta y todo el líquido, el volumen de la barriga es algo tremendo. Pero te consuelas pensando que es pasajero. 

Si has tenido hijos, ya sabes lo angustioso que es ir al ginecólogo a las revisiones y que te pesen y te empiecen a echar la bronca porque has cogido mucho peso. Con Torpedín, como mucha gente, llevaba mi embarazo por la Seguridad Social y también por el seguro privado para tener más pruebas e ir más tranquila. A los 8 meses de embarazo, el ginecólogo del seguro me echó tal chapa porque había subido 5 kilos más de lo que me correspondía, que no volví. Estaba comiendo de forma saludable, haciendo Pilates y saliendo a andar pero tenía una retención de líquidos bestial. Mis piernas literalmente no tenían tobillo. Eran como las de un elefante. El médico me decía que hay estudios que demuestran que todo lo que subas por encima de los 9 kilos, luego como mucho vas a bajar 1 kilo por año los primeros 4 años y lo demás te lo vas a quedar. Y yo le decía: "Bueno, pues ya haré ejercicio". Él me decía "No vas a tener tiempo, vas a ser mamá". Bastante tenía yo con mirarme al espejo todas las mañanas y seguir conservando algo de mi autoestima como para aguantar semejantes comentarios. Porque no podía hacer más de lo que estaba haciendo. En un momento en el que no podía hacer ejercicio de cardio y tampoco podía ponerme a dieta, lo único que podía hacer era llorar. Así que decidí no volver. Como ginecólogo era muy bueno, pero de psicólogo tenía bastante poco. La realidad fue que, después de parir, en los 10 meses siguientes volví a la completa normalidad de mi peso. ¿Cómo? Haciendo ejercicio de recuperación postparto, hipopresivos, Pilates, paseos y alimentando bien mi cuerpo. Sin más. Ni dietas, ni batidos, ni ayunos, ni locuras. Con Bolinha fue parecido. Creo que cogí algo menos de peso que con Torpedín. Digo creo porque en ambos embarazos dejé de pesarme a los 8 meses. Era un sufrimiento absurdo cuando ya estaba haciendo todo lo que podía hacer para estar sana. Bolinha tiene ahora 6 meses y yo estoy en -4 kg. Estoy 4 kg más delgada que cuando me quedé embarazada. Me caben vaqueros que me compré estando en 1º de bachillerato. Y lo único que hago es comer de forma saludable, hacer Pilates y moverme todo lo que puedo. Como comida de verdad. Muchas verduras, mucha fruta, cereales integrales, mucha legumbre y menos animales. Por supuesto procesados casi nada. Aunque no duermo mucho, me siento mejor que nunca, con más energía, con más fuerza, con más ganas.

Pero más allá de los números de la báscula, lo que quería contar aquí es que después de ser mamá me pasó algo maravilloso que no me esperaba en absoluto. Empecé a estar orgullosa de mi cuerpo. Mi cuerpo no se parece al cuerpo de las modelos de pasarela. Nunca mediré más de 163 cm, porque ya hace años que dejé de crecer. Siempre tendré la cadera ancha, los hombros anchos, los brazos y las piernas fuertes, las manos y los pies grandes. Pero mi cuerpo ha dado a luz a dos seres maravillosos. Mis brazos les cogen y les abrazan, les consuelan y mis piernas elásticas y fuertes corren jugando con ellos y siempre están dispuestas a sentarse en el suelo o revolcarse en la hierba. Mi cuerpo es maravilloso. Tal cual es. Y porque es maravilloso no lo maltrato haciendo ayunos y privándole de la energía que le permite funcionar. Le doy los mejores alimentos. Lo cuido. Me lo llevo a Pilates todas las semanas y lo estiro, lo tonifico. Creo que el Pilates y el ser consciente de mi cuerpo, y estar orgullosa de su potencial y posibilidades también me ha ayudado mucho a quererme más. A mi cuerpo lo llevo de paseo, intento que descanse al máximo (dentro de los que me dejan esos dos buhítos que tengo por hijos). Porque mi cuerpo es mi templo, el lugar donde está mi alma, el vehículo que me mueve todos los días, y el que me llevará lo que me queda de vida. Y te voy a contar un secreto: tu cuerpo también es maravilloso. 

¡Ojalá hubiese sentido esta conexión con mi cuerpo antes de ser mamá! ¡Ojalá me hubiese sentido así desde pequeñita! Sentirte a gusto en tu piel es muy importante para que nadie pueda menospreciarte. Para que nadie pueda hacerte sentir que no tienes valor. Muchas mujeres nos dejamos acomplejar por el físico y eso acaba calando en lo más hondo de nuestra persona. Hay mujeres que pasan por momentos muy duros en el embarazo, y el cambio físico que se sufre durante y después del embarazo puede provocar toda una crisis de identidad. Y tristemente el físico es el punto débil donde muchos maltratadores empiezan a minar la autoestima de las mujeres. Porque saben que ahí somos vulnerables.

La foto que he escogido para el post de hoy la hice cuando Bolinha tenía alrededor de dos meses. En mi tripa de se la linea nigra. Es una línea oscura vertical que aparece en el abdomen alrededor del segundo trimestre de embarazo. Generalmente va desde el pubis hasta el ombligo. La linea nigra aparece debido al aumento de la hormona estimulante de melanocitos por parte de la placenta,​ que también causa oscurecimiento de la piel en otras zonas. Cuando me la vio mi madre me dijo: "No te preocupes, hija, ya se quitará" como si fuese algo feo que había que esconder. Y yo le dije: "A mí me gusta. Esta línea le ha enseñado a mi Bolinha el camino para venir al mundo. Nuestro cuerpo es así de sabio". En estos detalles Te das cuenta de que todo lo que te desvíe del cuerpo de plástico de una Barbie es algo de lo que avergonzarte como mujer en esta sociedad en la que vivimos. Pero yo estoy dispuesta a amar cada rincón de mi cuerpo, y a ayudar a mis hijos a aprender a amar cada parte del suyo. Porque somos seres maravillosos. Y NADIE nos puede quitar ese poder. 
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