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Mi propósito más importante este año nuevo

Nai • ene 08, 2020

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El otro día estábamos en la Cabalgata de los Reyes en Sevilla. Yo estaba con Bolinha colgada en la mochila, y me retiré un poco para que nadie me pegara un topetazo en la cabeza de la bebita. Mi cuñada, con un carro y un bebé de 7 meses, estaba conmigo.
- ¿Qué tal los Reyes de Mr. D?- me preguntó
- Pues “in extremis” le he comprado por Amazon unas cosas que me había dicho que quería, ocultando los pedidos y mandándolos a casa de mis padres. Me los van a llevar ellos a mi casa y a ponerlos en el árbol hoy para que mañana, cuando volvamos, estén allí. ¿Tú qué tal?
- Puf... ¡pues de poco no llego! Le compré unos trajes en Mango y una suscripción a un periódico porque le mola mucho el tema de la política últimamente. Y ahora le he mandado unas entradas de cine a Mr. D para que las imprima en casa de su madre y me la pase luego. Poco más y no me da tiempo.

Esta conversación me ha hecho reflexionar. Es verdad que las Navidades son para los niños. Ellos las viven con una ilusión desbordante, loca, hipnotizante. Es una época en la que seres mágicos vienen de lugares muy lejanos a traernos regalos. Unos días en los que las ciudades se llenan de luces de colores. Un par de semanas en las que las casas se visten de fiesta, hay fuegos artificiales, la gente se felicita cuando se encuentra por la calle, se comen más dulces, y, sobre todo, unos días en los que nos juntamos con familia y amigos para pasar buenos ratos. Los niños hacen que una buena parte del compromiso que implican las Navidades desparezcan, porque viven todo lo que hace que estos días sean especiales con mucha intensidad. Los adultos a veces hacemos las cosas porque toca. Los niños sólo hacen las cosas que les apetece hacer (siempre que no les obligamos nosotros, claro). Y es la energía de su alegría, de su ánimo, de sus ganas, la que nos devuelve las ganas de vivir otra vez con intensidad las Navidades a los demás. 

Supongo que es por eso por lo que padres y madres hacemos lo que está en nuestras manos para que no se pierda la magia, para que aprendan las bonitas tradiciones navideñas, para que las vacaciones en familia sean especiales. Lo damos todo por nuestros peques. Tanto lo damos todo por nuestros peques, que a veces para la pareja queda poco o casi nada. Yo tengo que reconocer que, este año (los anteriores Torpedín era demasiado pequeño y no se enteraba de si estabas comprando regalos o envolviendo paquetes), las Navidades las he disfrutado mucho, pero no he llegado a todo. Hemos tenido familia en casa una semana, hemos hecho mil planes, celebraciones, viaje a Sevilla, la vuelta. Y yo, desde el día que a Torpedín le dieron las vacaciones en el cole, no he tenido prácticamente tiempo de hacer nada. Un post he podido escribir en mi blog en todo este tiempo. Uno. Y no será por falta de ideas. Muchas cosas se me han quedado sin escribir y sin compartir por falta de tiempo estos días. Pero, con la intensidad de las Fiestas, mi tiempo no se ha estirado todo lo que me gustaría. 

Los regalos de Torpedín y los primos estaban solucionados antes de terminar el cole, porque era consciente que después iba a ser un imposible. Pero el torbellino que iba a ser todo lo demás, no me lo esperaba. Y, un día por otro, nunca es buen momento. Llega el día de Reyes, y no has podido preparar ni una sorpresa de verdad para tu compañero de vida. Que los tres regalitos no estuvieron mal, pero no había sorpresas, notas, algún guiño, algún detalle de los que te hacen cosquillas en el corazón. Yo soy muy de esas cosas. Siempre me ha gustado mucho currarme los regalos. No necesariamente gastándome mucho dinero, pero sí siendo detallista y teniendo buenas ideas. Este año no me ha dado tiempo. Y no puede ser, porque es parte de quien yo soy. Es una de las formas en las que Mr. D y yo cuidamos nuestra relación; con pequeños detalles de vez en cuando que expresan de manera explícita todas esas cosas que sentimos y a veces no encontramos el momento de decirnos en el día a día. Está genial darlo todo por tus hijos, pero hay que dejar también un poquito de espacio para tu yo “sin hijos”. Para tu yo “compañera de viaje”. Para tu esfera personal: la individual y la que incluye a tu pareja y a tus amigos (aunque estos sí que se resienten con la llegada de los peques por mucho que te empeñes).

Este año Mr. D se lo ha currado mucho más que yo. Es verdad que los regalos de los niños no se tuvo que ocupar de comprar ni envolver ninguno. Lo hice todo yo, porque me organicé bien y me encantó hacerlo. Pero debo aprender a repartir el tiempo de manera más eficiente. Lo cierto es que no conté con que ,a partir del día 20 de diciembre, no iba a tener ni un rato para mí hasta el 8 de enero. 

Mr D. yo creo que lo vio más claro y estos Reyes ha tenido detalles preciosos. Aunque en el día a día no es una persona que se ponga en contacto con lo que siente y lo verbalice, siempre aprovecha estas ocasiones para escribirme unas cartas preciosas que guardo con mucho cariño. 💚

Ser mamá me está enseñando a anticiparme a los acontecimientos, pero estas Navidades con los dos cachorros me han pillado fuera de forma. Uno de mis propósitos de este año es ser capaz de anticiparme más a lo que viene, y, además de mamá osa, trabajar con ahínco para encontrar momentos para todas las esferas importantes de mi vida. 

Tengo suerte porque en 10 días es el cumpleaños de Mr. D, y ahí sí que tengo tiempo para currarme el cumple a tope. Él ha propuesto un súper plan de familia, y creo que va a ser un cumple muy especial. Así que el 2020 arranca con un tropezón, una reflexión y una enmienda. 
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