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Valiente como un león

Nai • ago 11, 2019

Para estas cosas no te prepara nadie

Sábado, 1:30 am. Llanto en la habitación del peque. Cuando voy, le encuentro echado en la cama y sangrando como una fuente por la nariz. Sangra a saco, a chorro, a lo loco. Ni presión en las fosas, ni tapones consiguen cortar el flujo. Asustado, gritando, sudando, sin entender nada. La sangre no para. El susto se contagia y nos damos cuenta de que no vamos a ser capaces de solucionarlo. Llamada al 112. Que nos vayamos al centro de salud de urgencias. Nos metemos en el coche los cuatro de madrugada, llenos de sangre, que aquello parece la matanza de Texas. Ya que estamos, vamos al hospital. Buena decisión. Lleva mucho tiempo sangrando y tienen que cauterizarle el capilar. Con un bastoncillo con nitrato de plata, y tres enfermeras sujetándole, la doctora intenta arreglar el entuerto. Lloros, gritos y mucho, mucho susto. Al estar boca arriba, la sangre cae a la garganta y la boca se llena de sangre. El peque, desesperado, se pone a hacer pedorretas y deja a todo el mundo hecho un cuadro expresionista abstracto y sanguinolento. Le acaban poniendo una manta especial que tienen que se hincha para inmovilizarle, y una mascarilla para que deje de repartir manteca colorá a diestro y siniestro. “Mami, papi, ayúuuuudameeee!!” Se nos parte el alma. Si no fuera porque sabemos que no es grave, nos ponemos a llorar ahí mismo. La doc le consigue cauterizar el capilar rebelde, le pone un tapón de algodoncito, le suelta, y el cachorro se agarra a mami como un koala. Las enfermeras, más dulces que un cola cao, le limpian la cara y las manitas para que no parezca el hijo de Jack el destripador. Mientras tanto, la súper Nana y el súper Grampy (los abuelos♥️) vienen al hospital a quedarse con la ratoncilla y que mami pueda tener los brazos libres para abrazar al pichón herido. De vuelta a casa, vamos contando las luces y mirando la luna. Al día siguiente, después de muchos despertares nocturnos llenos de susto y malos recuerdos, el nitrato de plata le ha dejado la nariz negra como el carbón. Se mira al espejo, y dice: “mami, soy un ratón”. “No, mi niño, eres un león. Valiente, como un león”.

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